jueves, 17 de septiembre de 2009

XENÓFOBO NO, GILIPOLLAS TAMPOCO

Recientemente alguien ha tachado el blog de xenófobo y quisiera contestarle.
Xenófobo es el que siente xenofobia.
Xenofobia proviene del concepto griego compuesto por xénos (extranjero) y phóbos (miedo). Significa según la RAE, odio, repugnancia u hostilidad hacia los extranjeros.
Puntualicemos, la xenofobia es una ideología que consiste en el rechazo de identidades culturales diferentes a la propia.
Dicho esto y cotejándolo con mis sentimientos, me doy cuenta de que no soy xenófobo, por que ni siento miedo, ni repugnancia, ni hostilidad a los extranjeros. Seré algo, pero xenófobo no. Por que a mí me da igual que sea blanco, amarillo, café con leche o descafeinado. Lo que no me da igual, lo que me toca los huevos, de lo que estoy hasta las narices, es que tengamos que adaptarnos a las costumbres de extranjeros en vez de ellos a las nuestras; que tengamos que quitar los crucifijos de las escuelas y que consintamos que entren en esas mismas escuelas con los pañuelos en la cabeza por que su religión les obliga; que tengan la desfachatez de pedir que abran las piscinas un horario especifico solo para mujeres; que se vuelquen las ayudas para ellos por encima de los españoles; que le hagan viviendas o los realojen en pisos por que los hemos visto en un reportaje de televisión como malviven en un asentamiento ilegal dentro de un paraje protegido en el que tu no puedes merendar por que lo contaminas. Alguien, hay muchos; que dicen que nosotros hemos sido emigrantes, claro que sí lo hemos sido, y lo seguimos siendo, y cuando vas a otro país vas con contrato de trabajo, y cuando terminas te invitan a irte muy amablemente, como debe de ser, pero aquí no, aquí vienen sin contrato de trabajo, y que se hace, en vez de mandarlos a su país, se le pone un piso, y se le encuentra un trabajo en el ayuntamiento para que cuando termine pueda cobrar el paro.
No tengo nada contra los extranjeros, sí contra los parásitos de la sociedad sean quienes sean, nacionales o extranjeros, y más aún contra los que los consienten, alimentan y se bajan los pantalones.
Más nos valdría preocuparnos de nosotros mismos pensando en lo que le estamos dejando a nuestros hijos. La caridad empieza por uno mismo.

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